En una pequeña aldea pirenaica, de esas con gatos negros en calles empedradas, donde los pastores de enjuto rostro y boina calada pastorean al ganado entre ventosos roquedos y hondas quebradas, vivia un niño pequeño llamado Urbez. A Urbez le gustaba el monte raso donde flotaba su villa desafiando al tiempo, le gustaba salir a por leña con su abuelo para tenderse despues ante el crepitante hogar con un pedazo de dulce de membrillo bien sujeto entre sus pequeñas manos. Urbez pasaba los inviernos soñando las primaveras, el peso de la escarcha sobre el tejado de pizarra contenia su minusculo ser alejandolo de los prados nevados, pero ni todo el peso del cielo plomizo era capaz de sujetar la mente del pequeño, que contemplando las ascuas hipnoticas se adelantaba al tiempo para coger flores, para guardar grillos en cajas de cerillas, para escalar las cumbres y escuchar al viento deslizarse entre las plumas de los buitres.
Sin embargo Urbez no era capaz de comprender una cosa... habia algo que le turbaba, le enervaba hasta lo mas profundo de su ser. No entendia como llegado el color a los prados, derretidos ya los chupones de hielo de las fuentes y rescatado el cantar de los pajaros debia seguir metiendose todas las mañanas en aquel edificio vetusto y ajado, donde contaban en su familia que habian matado a su tio en la guerra. Era un sitio frio donde Urbez pasaba las horas mirando por las ventanas con los vidrios devorados por los años. Un señor alto y bien parecido que venia todos los dias de la ciudad en un Land-Rover blanco ponia el sonido de fondo al paisaje. El no necesitaba ese tedioso sermon, sabia con certeza que las lombrices hacen el barro, que puedes atravesar un ortigal sin daño conteniendo el aliento, que las moras de cinco bolitas te ponen enfermo y que no debes quedarte dormido en la hierba, no sea que un alacran se te meta por la oreja y te trastoque la sesera... Conocia los nombres de las flores y las estrellas, de los vientos y de los picos que, como gendarmes petrificados, se recortaban contra el grandioso azul.
Una noche, Urbez salio a contemplar el cielo estrellado. Habia cogido del granero la enorme linterna y el manton que se ponia papa para esperar al jabali, y de la despensa ese trozo dulce de irresistible sabor. Urbez no temia al frio ni a los lobos, llevaba en el pantalon su navaja con el mango de asta, y eso le hacia invencible. Le gustaba tumbarse sobre una gran roca musgosa a la que llamaba la piedra del duende, mirar la boveda celeste y sentir como, poco a poco, desaparecia la tierra del rabillo de sus ojos para sumergirse de lleno en la negrura del abismo nocturno. Le gustaba pensar que volaba suspendido sobre aquella oscuridad, sabia que, llegado un momento, el punto mas alto del cielo se tornaba en el fondo del abismo infinito, y la sensacion de caer volando le producia un escalofrio de placer, del que eran complices el silencio y las lechuzas.
Al dia siguiente no se hablaba de otra cosa en el colegio. Los demas niños se habian llenado los bosillos de piedras para castigar al culpable; los mayores de la clase, que descollaban entre los pequeños moquitosos con las rodillas llenas de escorchones, empuñaban palos y jugaban a jurar como los mozos. Rufa no estaba. Esa picaraza que encontraron la pasada primavera con las plumas empapadas a la puerta de la escuela habia desaparecido. Rufa vivia en una jaula de conejos al final de la clase, cerca de la ventana, y realmente ninguno de los chavales le hacia el menor caso, a veces le tiraban las migas del bocadillo, mas por probar punteria que por alimentar al animal. Pero esto era grave, no estaba alli. Esa mañana el patio olia a riña y puñetazo. Todos miraban a Urbez, ese niño raro que se marcha a casa cuando todos salen a cazar ranas y que decian por ahi que cuando perseguian a los gatos, hacia como que tiraba pero guardaba la piedra.
Paquito, el hijo del alcalde, no estaba en el recreo. El maestro le permitia almorzar al lado del radiador, siempre habia sido asi. Pero esa mañana todos eran sospechosos. Don Camilo salio a la puerta con Paquito a sus espaldas. El unico niño sin barro en los zapatos parecia esconderse tras la imponente figura del maestro, quien escrutaba el patio como cada mañana, velando para que nadie se cayese del tobogan de chapa ni se subiesen al morero viejo. Urbez se quedo mirando a ese profesor al que siempre escuchaba como un ruido lejano, siempre habia pensado que ese oscuro caballero no era para el ninguna autoridad, jamas le habia visto levantar una piedra para ver que bichos viven debajo, ni meterse entre los juncos a buscar nidos. Ni siquiera dejaba a los niños abrir las ventanas para que no se distrayeran, y siempre les repetia que en la ciudad no querian zoquetes. Era un ser sin curiosidad alguna, puntual, eso si, pero vacio como la jaula de Rufa.
Urbez, puede salir usted a la pizarra?-...-Puede decirle a sus compañeros porque ha soltado ested la urraca del colegio?-Yo no he sido Don Cirilo... no se donde esta Rufa.- Vamos hombre, todos sabemos que usted tiene mucho cariño a los animales, que le encanta salir al campo a ver bichos, no?-...Si Don Cirilo...-No tenia usted ese gato negro.....¿como se llamaba...?-Guara- Eso, Guara, a la que bajo corriendo hasta casa del veterinario porque se habia caido desde la torre...?-Si, Don Cirilo...-Luego entonces le gustan los animales,no?-...si- Pero es usted uno de esos niños a los que les gustan los animales.....mmm....libres, no es asi?- Si profesor- Pues ya esta, ayer le vieron con una linterna por la plaza bien entrada la noche....-Iba a ver estrellas...-Ja! Vamos Urbez, que nos conocemos, y para que quiere usted mirar estrellas si puede saberse? No es ya mayorcito para dejarse de tonterias? Haga el favor de pedir perdon a sus compañeros y decirnos donde ha puesto el pajaro!-Yo no he hecho nada Don Cirilo, solo iba a ver estrellas, vera usted, cuando me tumbo en... -!Has sido tu tarado!!- Por favor Paquito, sientese!-!Si lo dice Don Cirilo, es que es verdad... !
- Don Cirilo se puede equivocar...-!Señor Urbez!!Por Favor!!Que falta de respeto,no le enseñan modales en su casa?-Mi mama dice que todo el mundo puede equivocarse Don Cirilo...por ejemplo...-!Callate tarado!-!Paquito! Le he dicho que se siente!!-...por ejemplo ayer, mientras miraba las estrellas descubri que los hombres pueden ver mas lejos denoche que de dia. -Señor Urbez, creo que voy a tener que hablar seriamente con sus padres, todo el mundo sabe que las personas ven mas lejos de dia, ¿No recuerda usted que cuando sale el dia sin calima se ven los montes de arriba? Estan a mas de cien kilometros de aqui! Por la noche no se ve mas alla de los corrales de Basilio, donde estan las ultimas farolas.-Se equivoca Don Cirilo...-!Como!?Pues expliquese...por favor, ya me estoy cansando de tanta tonteria.... En un dia soleado puede ver mucho mas lejos de lo que cree.... puede ver el Sol, que me dijo mi papa que esta a ciento cincuenta millones de kilometros de aqui...-Bueno...tiene razon, pero por la noche no es asi, la Luna esta mas cerca...-No Don Cirilo, no es la Luna, son las estrellas que vi ayer, que me tocaron los ojos con su luz desde miles de miles de miles de millones de kilometros...
En ese momento, Rufa paso volando por el patio del colegio, y fue a pararse en el morero viejo, pero ya a nadie le importaba la vieja urraca....